1408

He visto 1408, una película basada en una historia corta de Stephen King, y me he cagado del miedo yo sólo. Quizás por verla yo sólo también. Yo no sé si es la paranoya o qué, pero es que desde que el protagonista entra en la jodida habitación, ya estás de los nervios... Pero no de los nervios como en Los Otros, que intuyes cosas raras, si no de los nervios porque piensas que a cada cambio de plano va a ocurrir algo horible y vas a acabar clavadito en el techo del cine con el corazón escupido a unos treinta metros de distancia. Es verdad que el prólogo te predispone de una manera increible, pero también el hecho de tanto primer plano que no te deja ver qué pasa en el resto de la pantalla.
Además, John Cusack es de esos actores que siempre anda supercalmado en sus pelis, y flipas con el pobre, que a los 40 minutos está literalmente histérico,... si parece que hasta le cambia la cara (que no me extraña, porque me cambiaba hasta a mi). Así que al principio (no voy a contar nada más) la película tiene el buen rollo de parecer ser una de esas de siempre, de fantasmas-fantasmas, no de tripas, asesinos del más allá que pasan sus vacaciones en el más acá o alienígenas alucinógenos... Y es que a mi lo que me acojonan son los fantasmas, mucho más que el monstruo del armario o el de debajo de la cama, y en fantasmas incluyo todo tipo de ente, espíritu o cosa sin cuerpo, que se manifieste en forma de nube, niebla o fluorescencia o moviendo cosas, haciendo ruidos o poseyendo gente.
Ya, ya sé que no hay fantasmas y que la gente muerta, muerta queda y que las cosas son las que están aquí y punto... Y sobre todo si es de día y uno está frente a su ordenador, de donde de vez en cuando sale porno, que es incompatible con el terror... y claro, si hay que elegir, gana el porno... Pero mejor espera a la noche, ponte a ver El Exorcista o Poltergeist con la luz apagada y a solas y entre la sugestión y el acojone, ya verás cómo te sale de todo por ahí y cuántas veces miras detrás aunque haya una pared grande y blanca, y es que en ocasiones se ven cosas. Yo, cuando era pequeño, pequeñopequeño, tenía mucho miedo a la oscuridad, me aterraba la oscuridad, porque había cosas dentro. Lo sabía porque cuando era de noche, y estaba la luz encendida, unas sombras más altas que yo se acercaban y se ponían a mi lado y ahí se quedaban, como si me mirasen, a mi lado. Yo las miraba y me daban miedo, y miraba a mi hermano, pero él no las veía. Él veía que yo miraba al infinito. Había olvidado todo eso, pero cuando fui a ver El Sexto Sentido lo recordé de golpe. Nunca hablo de ello, porque me da miedo y los ojos se me llenan de lágrimas.