¡Pobre Paula Vázquez! Y lo digo en serio, ¿eh? La pobre, como ya todos sabréis en toooda la red (bueno, algún bloguero engreído lo contará mañana, en plan meganoticia, mientras escribe su nueva novela) a la pobre se le ha escapado en un tuit su propio número de móvil, y claro, la gente, que es un poco absurdita, se han puesto a llamarla, whatsappearla e intentar ponerse en contacto con ella de todas las maneras imaginables... la cosa ha ido creciendo y ha sido Trending Topic en Twitter y todo el mundo sabe ya su número de móvil, que, por cierto, ¡es superfácil y bonito!
Me he perdido el punto álgido del asunto, en el que Paula, indignada de recibir de manera incansable whatsapps y llamadas, ha amenazado con publicar los números de los acosadores/as/os. Pero luego he visto que ha llevado a cabo su amenaza... todo muy humano, claro, algo que seguro que alguno haríamos llevamos por el fragor del momento.
Nati I la Humana
Pero he aquí el problema: la LEY ORGÁNICA 15/1999, de 13 de diciembre de Protección de Datos de Carácter Personal. ("B.O.E." núm. 298, de 14 de diciembre de 1999).
Esta maravillosa ley tiene por objeto garantizar y proteger, en lo que concierne al tratamiento de los datos personales, las libertades públicas y los derechos fundamentales de las personas físicas, y especialmente de su honor, intimidad y privacidad personal y familiar. Su objetivo principal es regular el tratamiento de los datos y ficheros, de carácter personal, independientemente del soporte en el cual sean tratados, los derechos de los ciudadanos sobre ellos y las obligaciones de aquellos que los crean o tratan. * Y cuando uno se pasa esta ley por el arco del triunfo, o sea, por los huevos, le puede salir muy caro, sea porque uno publica el número de Paula Vázquez o porque ella hace lo propio con otros,... vamos, o como si ponemos el número de nuestro ex bisexual al que le encantaba ser porculizado, por poner un ejemplo aleatorio... Pero en este país seguimos pensando que lo que pasa en internet se queda en el limbo, que nadie es trazable, o sea, que puedan llegar hasta uno, y sí, se puede llegar hasta el autor de un tuit difamante o que revela datos personales, y sí, se te puede caer el pelo:
Las sanciones leves van desde 900 a 40.000 € Las sanciones graves van desde 40.001 a 300.000 € Las sanciones muy graves van desde 300.001 a 600.000 €
Ralph Fiennes: se le cayó el pelo por revelar datos personales...
Así que, Paula, hija, mejor que borres los números que has publicado y los que han publicado el de Paula... lo mismo, porque es verdad que te echas unas risas con el asunto, pero puedes acabar como el Rosario de la Paula Aurora, aunque mejor que se te caiga el pelo a acabar como Brandan Fraser...
Descansito de la narración del viaje a Nueva York para comentar, con horror, cómo el otro día empezó un programa que todo el mundo parecía estar deseando ver después de ver su original en la MTV, Jersey Shore. Pero claro, ¿es lo mismo ver gente descerebrada de EE.UU. que en España? Pues no, no es lo mismo, porque visto desde el prisma del océano todo parece ficción y verlo aquí, a pelo, es ver la cruda realidad... sobre todo si se llama Gandía Shore... ¿Gandía? ¿GANDÍA?
Claro, vista la foto parece que es un catálogo de modelos de la industria del porno, ¿verdad? Pues básicamente sí: gente que se cree guapa, buenorra y que cree tener algo que decir cuando no son más que un cacho de carne. Conste que yo era el primero que quería echar un vistazo a este programa, ¿eh? A mi eso de Cómo se te ocurre ver esa basura me da mucha manía, la verdad, porque resulta que si lo ves eres de lo más bajuno e iletrado, pero si comentas que te encanta escuchar el Clave bien temperado de Bach o El arte de la fuga del mismo, el resultado es parecido porque te miran como si fueras un pedante, y no, mira, no, que yo veré mierda, pero amplío horizontes hacia arriba al contrario del universo.
Nada más empezar todo era más parecido a Gran hermano que otra cosa, esa especie de mezcla entre prostitutas y sus chulos a cada cual más orgulloso de nada... Bueno, supongo que de algo sí, ellas de sus tetas, aunque no lo decían, y ellos de sus pectorales, no no tardaron en mostrar, incluido el más gordo, el típico gordoncho que cree que su acumulación de grasa uniforme es músculo sin ser ello tal cosa. Se miraban en el espejo en plan Bua, tío,... y nada más, porque de donde no hay no se puede sacar. Era todo de vergüenza, aunque tuve un momento de debilidad cuando apareció el más mazas de ellos, y es que un tío como este saca la pasiva sumisa que todos tenemos dentro (bueno, algunos muy fuera)...
Pero, sinceramente, pasado el torrente hormonal, acabé apagando el televisor, porque me daba vergüenza ajena, propia y de todas las clases. Es un programa de vergüenza, como lo es Sálvame, lo que no quita para que tenga su público, claro, como la coprofagia o la ópera napolitana del XVIII, y yo, creo, no estoy aún a la altura de las circunstancias. Yo me quedo con ¿Quién quiere casarse con mi hijo? donde, al menos, puedo echarme unas risas con la ingenuidad de Mary, la madre de Pedriño, el candidato gayer, en un programa guionizado hasta la médula en el que el objetivo no es más que hacer como que buscas novio, no como GH o Gandía Shore, donde la máxima aspiración de esos cachos de carne es intentar demostrar que se puede ser famoso y dedicarse a la nada teniendo eso mismo en la cabeza.
Bueno, día uno... se empieza por el metro, que es un chocho de mucho cuidado para los que estamos acostumbrados al de Madrid, porque en el de Nueva York pasan por la misma vía varias líneas, algunas exprés que paran, por ejemplo en tres de las diez paradas, y la normal que se detiene en todas, obviamente, así que hay que tener ojito, aunque en un par de viajes te haces con el funcionamiento.
Nosotros, de manera misteriosa, siempre acabábamos llegando a la salida de Bryant Park, un parquecito estupendo en medio de la ciudad con sillas y con sus mesitas al lado de la biblioteca de la ciudad, sin estar atornilladas, como aquí. El paseíto por ahí es de lo más recomendable porque es un punto genial para ver los edificios que lo rodean... Está en la 42ª con la 6ª Av. y la parade de metro tiene el nombre del parque.
Luego, andar por las calles es lo más impresionante, disfrutando de las vistas de tanto cristal y acero, mirando a todas partes y sin miedo de perderse, que lo bueno que tiene la ciudad es que calles y avenidas, salvo al sur de la isla, están numeradas y eso hace muy sencillo moverse, siempre con un plano, claro, o con el móvil. Hay wifi en muchísimos lugares (en todos los McDonalds por ejemplo, o Starbucks) pero, para los que prefieren tener una conexión instantánea con el mundo, podréis ir a comprar una tarjeta prepago que incluye llamadas, mensajes y datos (todos ellos ilimitados) para un mes por unos 50$, y por unos 10$ más, si no recuerdo mal, incluye llamadas internacionales. Nosotros la compramos en T-Mobile y muy bien, oiga.
Otra cosita: el idioma. La primera vez que yo estuve, flipé con la cantidad de hispanohablantes que había, pero la cosa ha ido a mayores y en todo el sector servicios es difícil no encontrar gente hablando castellano, así que los que tengáis problema con el inglés echadle morro y probad en cristiano, que alguien os responderá.
Y ahora, las cositas que se deben visitar...
No hay como ser rico, filántropo y saber gastar el dinero en condiciones para construir el Rockefeller Center, un complejo urbano de rascacielos, oficinas, tiendas, placita interior... todo ello entre la 7ª Av. y la 6ª (también llamada Avenida de las Américas) y alrededor de la calle 50. Es superconocido porque en Navidad ponen una pista de hielo, un árbol gigantesco y mucha luz, claro... y Mariano se fuma puros por la calle mientras en España la gente se manifiesta.
En el rascacielos principal está lo que se conoce como el Top of the Rock, un mirador desde el cual observar la ciudad a vista de pájaro, con el Empire State de frente y Central Park detrás, mientras notas cómo se te encogen los huevos y cómo se te trasladan por todo el cuerpo hasta que se te ponen de corbata al mirar abajo... Todo muy impresionante, incluido el ascensor a velocidad cohete, hay wifi y bien te tiras ahí, con la tontería, una horita. Respecto a si subir de día o de noche... pues a ver, de noche Central Park es un agujero negro en el panorama, aunque, por otro lado, se puede ver la iluminación del Empire State. Siempre está la posibilidad de ir al anochecer, aunque la cantidad de gente se multiplica por diez.
Al ladito está el Radio City Music Hall, que forma parte del complejo, y que tiene un vestíbulo increíble. No está incluido en la entrada,... Está bien, pero bueno, se puede prescindir de él, la verdad, y aprovechar para ojear los alrededores, como lo curioso de la catedral neogótica de San Patricio, que ahora está en restauración (sic). Después, hay que irse hasta Park Avenue (que viene a ser la 4ª avenida) y bajar hasta encontrarse con la espectacular Grand Central Station, un edificio imponente construído en la primera década del XX con una bóveda gigantesca decorada con un enorme zodíaco. Dentro, una tienda Apple en pleno vestíbulo...
Ya desde allí, y por aquello de alejarse del mundanal ruido, uno se puede ir a hasta la 1ª Av. por la calle 42 para ver el Edificio Chrysler, al que no se puede acceder más que a la entrada y punto,...
... y seguir hasta el río, callejeando por las calles cuarentaytantas donde hay unos edificios estilo Tudor (bueno, neo) que acaban dando al edificio de las Naciones Unidas.
Es visitable, pero tampoco creo que haya que perder el tiempo, sinceramente, y es mejor subir dando un paseito por la zona hasta llegar a la 2ª Av. con la calle 60ª y coger, con la metrocard, el Teleférico de Roosevelt Island, cámara en mano, porque es todo un espectáculo cruzar el río...
Impresionante, ¿verdad? Pues era el teleférico que cogíamos a diario para llegar a la isla, donde estábamos alojados en casa de nuestra amiga Thulasi, que nos trató estupendamente...
Por la tarde, ya que teníamos la entrada incluida en el CityPass, nos fuimos al AMNH, el Museo Americano de Historia Natural, al que se llega en metro dirigiéndose a la calle 81ª con la 8ª Av. Sinceramente, es un poco... mojón... La zona de fósiles está muy bien, la de geología y la colección de piedras y minerales es estupenda (con el zafiro más grande del mundo, la Estrella de la India, 563 quilates de nada), así como la zona de meteoritos, pero los dioramas de animalitos en sus hábitats son superdeprimentes, la zona de historia humana (ni rastro de nuestro homo antecessor, el de Atapuerca, vamos) ha envejecido fatal, incluyendo todo lo dedicado a América Central, Asia, África y Pacífico... con mucha reproducción en vez de originales... vamos, algo a lo que los europeos no estamos acostumbrados,... La verdad es que si tenéis los días muy contados os podéis pasar este museo por el arco del triunfo... y esperar a que le hagan un lavado de cara, porque la experiencia es como viajar a 1950, muertos de frío, eso sí, porque te ponen el aire acondicionado a 14º C.
¡Y con esto y un bizcocho, os dejo ya, que son las 1:30 mientras escribo esto y mañana hay que madrugar! La siguiente entrega, el Empire, creo... ya veremos ;-)
Bueno, después de un mesecito de vacaciones blogueriles creo que ya va siendo hora de retomar la bloga y contar el viaje a Nueva York de hace un mes, como en su momento hice, de forma pésima, hace ya como 4 años o así...
Bueno, lo primero de todo es que, cuando vayáis a sacar el billete, evitéis Iberia, porque el autobús avión es incómodo a más no poder, y un viaje transoceánico de casi ocho horas se hace bastante cuesta arriba, la verdad. Segundo, Nueva York es una preciosidad en invierno, con la iluminación navideña, la pista de patinaje del Rockefeller y tal y pascual, pero es una experiencia heladora para hacer turismo, y lo dice uno de Burgos, así que avisados: primavera u otoño.
Nosotros fuimos con Iberia, como habréis supuesto, y todo parecía que iba a ir estupendamente hasta que empezamos a ver que en la terminal empezaban a oírse hosannas y cosas por el estilo, allá, a voz en grito, y resulta que había como una aldea completa de judios ortodoxos que se pusieron a rezar allí mismo. Conste (lo digo por si hay algún idiota que le da por acusarme de antisemitismo o así) que me cagué en todos ellos y sus divinidades como lo hubiera hecho si fueran católicos integristas o islamistas practicantes, ¿por qué? Pues porque yo no tengo por qué aguantar los ritos públicos de novelas fantásticas de nadie, sean de la Biblia, El Señor de los Anillos o Star Trek, que para eso están las convenciones de fans en centros comerciales/templos.
Total, volviendo al tema, que pensé me cago en todo como estos se nos monten en el avión, y, por hablar, así fue, y toda una tribu de los hijos de Abraham evitaron que saliésemos a la hora porque se negaban a sentarse en asiento alguno que estuviese junto a una mujer, así que removieron Roma con Santiago (o Jerusalem con Tel Aviv) hasta sentarse. Durante el viaje, aquello parecía más el templo que desalojó Cristo que un medio de transporte... en fin.
Llegar a EE.UU. y cruzar la frontera es una puta odisea que deja a las aventuras de Ulises a la altura del barro entre que primero hay que haber rellenado un permiso (la puta ESTA, desde España y por internet) que cuesta 14$ y que después hay que esperar una cola en el control en el que te escanean cada huella de la mano y luego te hacen una foto... Y se las dan de ser el país epítome de la Libertad ¬¬
Tras el proceso burocrático, la cosa está en buscarse un transporte a Manhattan, que es donde se suele quedar uno, y se puede salir a coger un taxi, claro, o el metro. El taxi desde JFK tiene un precio estipulado, que ahora acaba de subir a 52$, hasta Manhattan, cogiendo uno de los típicos taxis amarillos que están controlados por un supervisor que te da la vez, vamos, igualito que la merienda de negros de Barajas... No tienes obligación de pagarle propina, pero si no se la das te la piden... así que le pones mala cara, le dices good bye y santas pascuas. Ahorrad, que las propinas sí son obligatorias en restaurantes y bares... ahora iré con eso.
Lo mejor, sinceramente, que podéis hacer, es coger el metro sin miedo desde el aeropuerto comprando una metrocard. Por 27$ podéis sacaros la que te sirve para una semana completa, porque a poco que uséis el metro, la amortizáis. Se puede pagar con tarjeta de débito/crédito, claro, aunque lo mejor es que paguéis todo a débito porque vuestro banco no os cobrará comisión de cambio de moneda o recargo alguno (al menos a mi, con el Santander, nada de nada). Ah, el tren que te deja en el aeropuerto, al igual que en Barajas, tiene un recargo que hay que pagar en la máquina expendedora.
El tema propinas es de cagarte en todo, la verdad, porque si no la dejas y te vas del sitio, te salen a buscar. ¿Cuánto dejar? La regla de oro es calcular el doble de los impuestos, que vienen desglosados y que ronda el 8%, así que si el impuesto es de 8$ tenéis que dejar 16$, sea en efectivo o sea con tarjeta (lo que es surreal, porque después de firmar la transacción tienes que poner tú mismo la tip y te la cargan a la tarjeta)...
No se me ocurren, de momento, más cosas, salvo que os compréis el City Pass, un conjunto de entradas para las típicas atracciones de la Gran Manzana con una rebaja substancial que hará que os ahorréis dinero y tiempo/colas, porque con el City Pass se entra sin pasar por taquilla, y también que llevéis un plan con las actividades día a día, que si no te vuelves loco. Aquí contaré lo que vimos nosotros. Seguramente falten cosas y haya mil rutas mejores y diferentes, pero es lo que hay. ¡Ah! Y no llevéis la maleta muy llena, seguro que compráis allí un montón de ropa ;-)
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