13 de noviembre de 2009

Oh, dioses…

Y eso que no voy a hablar de esos enfermos mentales de la Conferencia Episcopal, que siguen confundiendo la velocidad con el tocino, o sea, lo divino y lo humano, lo celestial y lo terreno, la estupidez y el sentido común… Pero paso de hablar de ellos, que me pongo malo. Un día más, os pido disculpas por tener vuestras casas y publicaciones abandonadas, tanto como la mía propia, pero no tengo tiempo, ¡buaaaaa!... En fin, poco a poco y cambiando de tema…

Las historias del metro son una cosa de cada día, en especial cuando uno va en metro, claro. Tengo dos que contaros, una surreal y la otra… la otra también, y ambas de volver la cara, en una a bofetadas y en la otra para no mirar.

Historia Primera
De cómo Otto, que vivió un año en Dublín, se da cuenta de que los habitantes de la isla esmeralda siguen siendo un mojón.
Yendo a Madrid y cogiendo el metro en Chamartín, cojo una línea de esas horribles, la que pasa por el Santiago Bernabeu y encima en día de partido. Se llena el vagón hasta las trancas y en la puerta veo un grupo de guiris. Por las pintas parecen anglosajones. Cuando llego a mi estación de destino pido permiso a uno de ellos para que me deje pasar, pero él, que no entiende ni papa, claro, parece comprenderme y hace un gesto de que también ellos van a salir… Salen con gran calma. Yo, que iba con prisa, voy a la escalera mecánica y veo que está impracticable, así que me pongo a subir las escaleras normales. Un par de chicas lentas delante de mi y, a ellas y a los guiris de delante, les digo perdonad mientras las adelanto. Uno de los guiris se planta y no se mueve haciendo fuerza para que no pase, pero yo, que los tengo cuadrados, atravieso la barrera que forma y sigo rápido.

Al minuto oigo de lejos cómo el tío, indignado, habla de manners, modales. Me sigue y me intenta echar la zancadilla, cosa que no consigue, y al final me da alcance en las siguientes escaleras mecánicas. En ningún momento me ve de frente hasta que me embiste diciéndome, en inglés, que si vaya modales que si tal. Me giro, me mira y me ve los pechacos, jajaja, le cambia la cara y le digo, en inglés, claro, Le he pedido disculpas a las chicas y a vosotros al pasar, ¿vale? Él no dice nada y yo me voy, pensando que, tal y como ya sabía desde mi estancia en Irlanda, los irlandeses son basura que hablan de modales a golpe de zancadilla y sin hablar una palabra de la lengua del país que visitan…

Historia Segunda
De cómo Otto, que no es tan escrupuloso como parece, sintió su estómago salírsele de cuerpo.
Vagón medio vacío, por la mañana, observo, con estupor, como un tío, que tosía como un tuberculoso, regurgita algo que mantiene en la boca. Saca una bolsita de plástico pequeña, de esas de las farmacias, y esputa dentro. Dobla la bolsa y se la vuelve a meter en el bolsillo del pantalón…

14 comentarios:

  1. Uy, me temo que lo de la primera vivencia no es exclusivo de los irlandeses. Anda que no habré atropellado yo a viejas en el metro que se creen que son el ombligo del mundo...

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  2. Eeeeecs!! Vaya! Pues gracias por darme tan bonita escena, en la historia segunda, con la que irme a la cama a soñar...

    Y gente como esos irlandeses, a puñaos! Pero yo en mi vida he asustado a nadie, y mira que me molaría, eh?

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  3. Historia 1: para tirarlo escaleras abajo.
    Historia 2: ¡Qué puto asco!!!!

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  4. heheehe, aquí usted ha encontrado una nueva utilidad a sus pectorales :)

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  5. Los primeros, es fácil ver la paja en el ojo ajeno.
    En cuanto a lo segundo, por lo menos no lo hizo al suelo :S

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  6. Puajch... al menos no lo echó al suelo, como uno que vi yo una vez en el metro... arg

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  7. Se me acaba de revolver el desayuno en el estómago con la segunda historia, lo-sepas...

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  8. Como esos irlandeses hay muchos y lo del esputo, te aconsejo que no vayas de viaje a China.


    Sin quitarte la razón, pues la tienes, que te parece que te fueras unos dias a un balneario, chico que te veo un pelin con la irasosiá subida.

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  9. Otto... prescinde en el futuro de segundas historias, por otra parte y con gripe A como estoy, entiendo que ese señor haya decidido depositar sus esputos en una bolsa... todo un detallazo.

    Y para suavizar el tema, qué bonito es Irlanda, y bueno, esa historia no es nada con la mía. Viviendo en la Costa del Sol, en un edificio de 20 apartamentos soy el único español. Tenemos ingleses, holandeses, alemanes, belgas, y japoneses, un ruso... y soy el único español... imagina lo que es hacer una reunión de comunidad, para votar si queremos una comunidad, ya que aqui llevan viviendo 20 años y siguen sin comunidad de vecinos, y ver cómo cada uno de ellos suelta su irasosiá encima mia en su lengua y con los modales típicos de su country, eso sí, sin decir una sola palabra en español, porque a pesar de esos 20 años, no han coseguido aprender a decir buenas tardes.

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  10. Moraleja de la primera historia:
    Valen más dos tetas que dos carretas.

    Moraleja de la segunda historia:
    Había fiesta fetich en el Odarko.

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  11. Qué asco de gente maleducada, no puedo con ellos ... y encima vengativos sin razón!!! Argh!!! A la hoguera todos!!!

    En cuanto a lo otro, chico, he visto tantas cosas asquerosas en el curro que ya poco me sorprendo ...

    Besicos!

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  12. Pues la primera historia es lo habitual en el metro. Entre españoles y extranjeros, hombres y mujeres, ricos y pobres, mujeres y hombres.

    Respecto a la segunda historia (que me ha revuelto el estómago) siempre hay que agradecer al individuo en cuestión que no te lo echase encima o en el suelo.

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  13. Ya lo decía mi padre: tiran más dos tetas...

    De la sepia no voy a decir nada que me entra la náusea.

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  14. Esto.. sobre la 1ª nada que aportar estas como estas y debes imponer en muchso sentidos.
    En la 2ª decirte que podria contarte de más impresionantes pero que prefiero dejarte a ti como ganador jejeje

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Piiiiip

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